Carácter de la Orden Cartujana

Una Orden puramente contemplativa, libre de toda actividad apostólica


Bruno no se propuso fundar una Orden, ni redactó unas normas. Pero su espíritu y su método de vida se fueron trasmitiendo en sus sucesores por tradición oral durante cuarenta años. Entonces, el quinto Prior de Chartreuse, Guigo I, a instancias de otros monasterios que habían adoptado la forma de vida cartujana, y del santo obispo de Grenoble, Hugo —que todavía vivía y se desvivía por sus queridos hijos cartujos— redactó lo que él denominó humildemente COSTUMBRES DE LA CARTUJA,base y fundamento de las normas de vida cartujana a lo largo de los siglos, hasta el día de hoy.

Nacida, pues, la Orden Cartujana de la irradiación del carisma otorgado por el Espíritu Santo a su Fundador, se puede definir como una orden eremítica, enteramente consagrada a la vida contemplativa. Una página de la Biblia que ilumina magistralmente la vida contemplativa y su misión perenne es la de Éxodo 17: Moisés rezando en lo alto del monte mientras sus dos compañeros, Aaron y Jur, le sostienen los brazos extendidos para que el cansancio no le obligue a bajarlos, lo que provocaría la derrota de los suyos… Manos en cruz que interceden desde la cumbre en favor de los que viven y pelean en el valle.

La Iglesia ha reconocido siempre nuestro carácter de Orden puramente contemplativa, dejándola libre de toda actividad apostólica, incompatible con él.

Por eso, todo en la Cartuja -cuerpo, alma, leyes, formación y espiritualidad- está referido y ordenado directamente al logro de ese fin.