El monasterio cartujano

Un monasterio cartujano es un espacio organizado con criterios funcionales.
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El claustro, presidido por la iglesia conventual, reúne a su alrededor las celdas o ermitas de los monjes y sirve de acceso a las mismas; los monjes transitamos por él en silencio y cubiertos con la capucha.
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La celda o ermita de los monjes del claustro viene a ser el pequeño monasterio personal del monje dentro del monasterio común, formando como una casita independiente, dividida en varias habitaciones, repartidas, bien en una sola planta, bien en dos, según los monasterios.
 
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Una primera habitación, llamada el avemaría, está presidida por una imagen de la Santísima Virgen Reina y ‘Madre singular’ del cartujo, a quien saludamos de rodillas con el rezo del Avemaría, cada vez que regresamos.
Una segunda pieza, de amplias proporciones, denominada cámara, forma la parte principal, donde el monje pasa la mayor parte del tiempo. En ella se encuentran: un sencillo oratorio con su reclinatorio y una silla semejante a las del coro de la iglesia, para los rezos canónicos y de devoción y la oración personal; un dormitorio; una mesa de estudio y lectura, una pequeña estantería con libros, un par de sillas y una estufa de leña para el invierno.
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El taller de la celda, con banco de carpintero, torno de madera y las herramientas convenientes para cada uno.
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Un jardín o huerto donde el monje puede cultivar hortalizas, árboles y flores, según su inclinación, y también expansionarse en la naturaleza sin necesidad de salir.
 
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Por un ventanillo que comunica con el claustro recibe el monje la comida y los demás utensilios que necesita.
Los monjes Hermanos, como encargados de los trabajos del monasterio, tienen sus celdas más próximas a los talleres y dependencias de trabajo, y, como pasan buena parte del día fuera de ellas, son más reducidas. No tienen jardín ni taller, pues el tiempo de trabajo lo viven en sus obediencias o talleres, en el interior de la clausura.